LA HISTORIA DEL
TRIUNFO
Ángel Lara Platas
En un análisis de
fondo se puede determinar que su único pecado es no haber sido feo. Por este
detalle de creación, todos sus opositores se le echaron encima. Ocuparon
millones y millones de segundos en medios visuales y auditivos, para lanzarle
adjetivos comparativos de la más inimaginable índole. Muchos de ellos carentes
de toda moral y ética política.
Enrique Peña
Nieto cargó con el pecado de ser el guapo del grupo de los competidores por la
silla más alta del país.
Sin embargo,
aguantó estoico todo tipo de proyectiles y dardos –algunos envenenados-.
A veces incólume,
otras un poco perturbado, pero con movimientos precisos supo esquivar todo tipo
de calificativos.
Durante las
campañas, que en la medida de su avance se tornaron atípicas, corrió mucha
tinta azul y amarilla para tratar de persuadir a un electorado que desde el
inicio ya tenía definido su voto.
Por primera vez
en la historia moderna de los procesos electorales en México, la ciudadanía,
con toda anticipación, había escogido al candidato que debía pagar los platos
rotos de la fiesta sexenal. Por eso, el voto llamado “de castigo” siempre tuvo
nombre y apellido. También, desde el principio quedó claro a cual candidato
debían otorgarle el voto de confianza.
Las empresas
encuestadoras desde marzo hicieron su agosto. Dejaron satisfechos a sus
clientes. Presentaron las graficas en los tamaños que cada quien quería para su
ego. Sin embargo, las más serias coincidieron en sus resultados de principio a
fin. Pero ninguna -buenas o malas-, colocó al mexiquense en otro lugar
diferente al primero.
La crítica fue
demasiado severa con los candidatos pero particularmente con el puntero. Los
opositores y algunos que se ostentan como pensadores y analistas políticos, no
cejaron en su empeño de dar puntapiés en las espinillas del priista. El
golpeteo fue repetitivo e inmisericorde.
Aunque el ahora
presidente electo parecía que sería doblegado por el quinto contendiente, la
decisión de mantener actitud serena ante los embates que provenían de la casa
real de la calle Constituyentes, generó la confianza de una sociedad harta de
la violencia y la inseguridad.
La gente votó por
el más templado. Se decidió por la imagen que ofrecía más confianza y más
prudencia.
En otra lectura
de los resultados electorales, además del voto a los partidos y candidatos,
claramente se puede observar que los votantes también calificaron el trabajo
del gobierno federal y, por supuesto, de quien lo encabeza. Podría hablarse, incluso, que muchos
mexicanos le dieron a su voto cierto carácter de referéndum.
Las líneas
discursivas que cada uno de los candidatos empleó durante las campañas, fue
definitoria para los resultados. El discurso de Peña Nieto fue de corte
pacifista, sin sobresaltos ni rispideces. Evitó la confrontación con sus
adversarios y, en algunos casos, hasta caballeroso se portó con sus atacantes.
Un hecho que
marcó las campañas, dicho sea sin titubeos, fue la aparición del movimiento
estudiantil Yo Soy 132. Primeramente atrajo la atención de quienes reconocían
que la espontanea actitud de los estudiantes de la Ibero, era el resultado del
olvido en que a la juventud toda tenía el gobierno y los partidos políticos.
Nadie tenía el derecho de sospechar que se tratara de alguna manipulación
política. Quienes lo hicieron, fueron llevados al banquillo de los acusados.
Las cosas
cambiaron cuando empezaron a aparecer cifras, datos y apellidos de los
involucrados en el prometedor movimiento estudiantil.
Por ejemplo, de
los más de 17 mil jóvenes que estudian en la Universidad Iberoamericana, el 15
por ciento está becado por el gobierno del Distrito Federal que comanda el
perredista Marcelo Ebrard. Mayores son los porcentajes de beneficiados con esta
prestación social en la UNAM y en otras universidades del Valle de México.
Aparte del
compromiso de gratitud de los becarios para con el jefe del gobierno defeño
(motivo suficiente para apoyar cualquier proyecto, incluso político), se han
puesto al descubierto relaciones de familiares de algunos líderes del
movimiento Yo Soy 132 y Andrés Manuel López Obrador.
El oportuno
deslinde de los estudiantes idealistas del Yo Soy 132, después de descubrir los
intentos de manipulación por intereses contrarios al ex gobernador, la campaña
del priista vuelve a su cauce normal. Solo prevalecieron las agresiones de
grupos impulsados por las izquierdas, que finalmente no consiguieron su
propósito de descarrilar la campaña tricolor.
Después de haber
alcanzado el triunfo, Peña prepara el instrumental para la “operación
cicatriz”. Sabe que una abultada bolsa con votos azules y amarillos finalmente
fueron depositados a su favor.
No es albañil,
pero urge la reconstrucción del país.
laraplatasangel@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario