CRUCIFICADOS EN VIERNES
SANTO
Ángel Lara Platas
Aunque en un razonamiento simple no habría relación entre las actividades
proselitistas de los candidatos y los asuntos propios de la religión, en esta
ocasión al parecer sí tiene que ver una cosa con la otra. Mientras que para
unos la Semana Santa fue la oportunidad de recibir agua bendita, para otros las
cenizas, y para el resto… solo La Pasión.
Resulta que en el equipo de Peña Nieto surgió la idea de someter a su
candidato a un triple salto del trapecio y sin red protectora. Le propusieron
que tenía que ir a las playas del Puerto de Veracruz, en plena Semana Santa, en
el cenit de la euforia de los bañistas procedentes de todos lados de la
República Mexicana; para medir su popularidad.
Por supuesto que era un acto verdaderamente arriesgado para cualquier
candidato, ya que son momentos en los que la gente escapa de la realidad que
los irrita, más aún si proceden de las grandes ciudades como la capital del
país.
Acudir a una playa repleta de gente a pedir el voto, es exactamente igual a
hacer lo mismo en cualquier cantina a la “hora del amigo”. No tan solo nadie
entendería la presencia del aspirante hablando del gran sacrificio que estaría
dispuesto a hacer para mejorar las condiciones de los que lo escuchan
–obviamente a cambio del voto-; sino que correría el riesgo de que en vilo lo
echaran del lugar.
Bueno, pues cuando Enrique Peña aceptó y de inmediato inició su caminata
por las playas de Veracruz-Boca del Río, y que la gente se daba cuenta de la
figura que inmediatamente identificaron como el que compite para la Presidencia
de la República, hubo reacciones espontaneas que ni siquiera pasaron por la
cabeza de los organizadores.
Y comenzó el alboroto: primero fueron las señoras, que ante la mirada
complaciente de los maridos, en tumulto pretendían la foto con el ex gobernador
para presumirla con las amigas que decidieron quedarse en casa.
Las chicas jóvenes, aún chorreando de agua de mar, adoptaron una actitud
más exigente: pedían foto, beso y abrazo. Los novios -haciendo a un lado los
naturales celos del escolapio-, se ofrecían como fotógrafos voluntarios.
Los varones no se quedaron atrás: buscaban la foto en la que “Enrique”, al
centro, pareciera un cuate más del grupo.
Hasta los prestadores de servicio -en tropel-, buscaban el recuerdo para
exhibirlo en sus improvisados negocios.
Esto, que pareciera una auténtica crónica de sociales, en realidad va más
allá de eso.
A los lugares de diversión como el referido acude gente de diferentes
ideologías, culturas, orígenes y preferencias partidistas. El único punto de
unión es la fiesta, la diversión y el esparcimiento. Y párele de contar.
Penetrar en esos círculos de “intimidad colectiva” no es nada fácil.
Cualquier intento fallido sería contrario a los propósitos proselitistas de los
partidos.
Aunque todavía falta la medición final, esto no deja de ofrecer una
evidencia de los niveles de aceptación de Peña Nieto entre los votantes
mexicanos. Es decir, la prueba del clic ya la pasó. Por si lo de la playa no
hubiera sido suficiente, la confirmación la consiguió en el café más famoso de
México: La Parroquia de Veracruz. Por un momento, los “lecheros” pasaron a
segundo término.
La misma Semana Mayor también fue definitoria para otros.
Después del banderazo a un grupo de jóvenes que volantearían en la salida
del DF rumbo a Cuernavaca, doña Josefina –que en últimas fechas se ha visto
rodeada de circunstancias harto difíciles-, se dirigió al poblado Tres Marías
para saborear las tradicionales quesadillas.
Pero luego lo inesperado: su presencia incomodó a los comensales quienes en
tono alto le solicitaron que retirara a sus fotógrafos y ayudantes que irrumpieron
violentamente la tranquilidad del restaurante. Para colmo, la mesera que tomó su
pedido (una chica universitaria), en lugar de la deliciosa quesadilla puso en
su plato una retahíla de reclamos con chile piquín: que los gasolinazos, que el
desempleo, el precio de las tortillas y hasta lo del SME. Otras mujeres la secundaron.
Lo que tenía que ocurrir: la señora
tragó gordo y se retiró del lugar.
Lo de Tres Marías, lo de Puebla -donde dijo: “vamos a fortalecer el lavado
de dinero”-, y haber escrito Tlazcala en lugar de Tlaxcala; desató los demonios
en su war room. Si no suspende la gira por Veracruz, el pleito entre los
tradicionales y los nuevos panistas le hubiera provocado otro dolor de cabeza acompañado
de mareos. Las consecuencias: ajuste en el equipo de campaña.
Si durante el reparador descanso de Andrés Manuel en la quinta bautizada
por él mismo con nombre impronunciable, aprovechó
para replantear su campaña, y calzar otros zapatos que pisen más fuerte, no
sería sorpresa que Andrés Manuel le disputara el segundo lugar a doña Pina.
Las crucifixiones. Las bañistas a Peña: para que no se fuera de las playas
jarochas. Los de azul a doña Pina: porque sin salir de una entra a otra. Los
radicales al Peje: por andar tendiendo su mano franca hasta al mismo Satanás. Y
el IFE a Quadri: por andarse gastando la lana del ISSSTE.
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