PRINCIPIOS DE LOS
PARTIDOS MEXICANOS
Ángel Lara Platas
De los partidos políticos en
general se puede decir que son la organización intermedia entre el estado y la
sociedad. Les concierne recoger las necesidades y modos de pensar de sus
afiliados y articular esas necesidades y pensamientos en programas congruentes
y de posible realización. Les atañe coordinar intereses contrapuestos o
supeditar los secundarios a los principales; alcanzar algunos objetivos y
diferir otros de acuerdo a una correcta jerarquización.
Tradicionalmente se ha hablado de tres tipos de partidos: en primer lugar, los
que, teniendo como fundamento único los intereses de una clase determinada,
operan como verdaderos partidos de clase. Una revisión estricta de la historia
de los partidos revela que difícilmente se da el caso de una clase en un
partido, ya que la sociedad civil va, en algunos aspectos, más allá de los
partidos políticos.
También existen los partidos carismáticos. Son aquellos en que los hombres
se agrupan en torno a una personalidad, creyendo en un hombre dotado de dones
sobrenaturales. Es la entrega a una persona por sus cualidades que se piensan
sobrenaturales. Son partidos que en realidad no tienen dirigentes, sino
profetas y hombres providenciales.
Y un tercer tipo, aquellos partidos formados por hombres que se asocian en
torno a ideas políticas, económicas o sociales.
Al caer el porfirismo, los
conservadores hicieron intentos por resurgir políticamente para estar en
condiciones de participar en las elecciones de 1912. Para ello se forma el
Partido Católico que es financiado por el clero con la intervención de sus
ministros. Una vez constituido, aprovechó todas las circunstancias para
conquistar el voto de los ciudadanos; inclusive, cerca de donde se instalaban
las urnas electorales se leía la leyenda “Aquí se vota por Dios”.
Cuando surge el Partido
Nacional Revolucionario, en el país había más de doscientos partidos políticos
regionales. Tal cantidad de partidos no era recomendable para una política
sana. Algunos eran partidos clientelares formados en torno a personas, con
programas vagos, si es que los tenían; por lo común de actividad no permanente
sino restringida a los actos electorales.
Cuando nació el PAN (el PAN
nace antes que el PRI), internamente había dos líneas ideológicas: la de
aquellos que querían restaurar un pensamiento conservador muerto, no
contemporáneo; y la que era solamente moda, simple imitación extra lógica y
algo de malentendida tradición, con la intención de implantar un fascismo
teocrático. Deseos que aún prevalecen en un grupo del panismo conservador.
El PRI -que primero se llamó
Partido Nacional Revolucionario-, fue constituido en 1929 y surge como un
organismo de vigilancia y de sostén para un régimen. Nace, además, para dirimir
conflictos dentro de la familia revolucionaria –para usar una expresión común
en ese entonces- y para ser promotor de la vida institucional. En esencia, este
partido unifica a todos los revolucionarios en un solo organismo que debe
resolver las disidencias internas, los distintos enfoques de los problemas
nacionales sobre las aspiraciones de grupos y personas.
Manuel Pérez Treviño -primer
presidente del PNR -, consideró a su partido como “el frente único nacional,
que será nuestra fuerza contra la reacción y contra la de los claudicantes de
la Revolución misma”
El antecedente de la izquierda
mexicana se encuentra en el Partido Comunista Mexicano, entonces guiado por un
esquema teórico, reducido y ajeno al tiempo, conducido por un pequeño catecismo
al cual pretendía sujetar la vida de la sociedad.
El PMT trató de compensar su falta de miembros con acciones peligrosamente
divisionistas, resarciéndose de la carencia de número con la actividad
premeditada hacia la perturbación.
Los partidos, pues, deben ser partes inescindibles e inseparables del todo
nacional. Si bien es cierto que su espíritu es moverse con matices de
convivencia, en la práctica es muy difícil lograr la armonía entre grupos
ideológicamente antagónicos. Y sobran los que con increíble miopía lo impiden.
Ciertamente que es universal la duda sobre la eficacia de los partidos
políticos. La indiferencia por ellos y el abstencionismo electoral han
aumentado. Esto ha llevado a algunos precipitados a hablar de la declinación de
las ideologías, de su crepúsculo, de su muerte. Pero bien cabe reconocer que
frente a las dudas sobre la función y significado de los partidos políticos,
frente a la crítica sobre las acciones políticas electorales, y analizando un
poco la parte ideológica de la problemática del hombre y de su mundo, no ha
habido alguna propuesta seria sobre algunos otros instrumentos democráticos que
puedan sustituir al sistema de los partidos políticos.
Por ello la inclinación a creer que solo el funcionamiento de los partidos,
fundado en la idea de la representación democrática, puede impedir que se caiga
en la disgregación social y política, en la anarquía, o, inclusive, en el
totalitarismo.
alaraplatas@hotmail.com
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