FAMILIAS ENCAPSULADAS
Ángel Lara Platas
Hasta la época feudal, la familia era lo que ha dado
en llamarse la célula de la sociedad.
Sus
funciones cubrían los aspectos económicos y sociales: se trabajaba y se rezaba
en familia; el hogar era taller y también iglesia.
El
grupo familiar era, efectivamente, el centro de las relaciones de todo tipo.
Pero el industrialismo rompe abruptamente esta unidad.
La más antigua de todas las asociaciones y la única natural es la familia.
Sin embargo, los hijos permanecen vinculados al padre solo el tiempo necesario
para su cuidado. En cuanto esta necesidad desaparece, el lazo natural se rompe.
Los hijos al verse libres de la obediencia que deben a su padre, recuperan
la independencia, al igual que el padre, que se ve libre de los cuidados que
debía a sus hijos. Si continúan unidos, ya no es de manera natural, sino
voluntariamente, y la familia misma solo se mantiene por convención.
El
estar en casa se convierte en una excepción, y el papel de la familia, por lo
tanto, como principal agente socializante, es desplazado por otros factores
como por ejemplo: la educación es transferida por los padres a la escuela –en
el mejor de los casos-, o a las nanas y los choferes, quienes pueden pagarlos.
La
radio y la televisión invaden el ámbito hogareño e interrumpen los lazos de
comunicación entre los miembros de la familia y debilitan los vínculos
solidarios.
El
marco familiar, en estas condiciones, es revalorado. Pierde características
originales y los miembros de la familia acaban por aceptarlo como un lugar de
reencuentro, de convivencia, de desarrollo personal y de equilibrio emotivo;
pero no pleno.
Cosa
grave tener que admitir que ahora, la familia es un asunto de fin de semana.
La
familia, convertida en un polo opuesto al trabajo y a la vida anónima de las
masas, ejerce una débil atracción sobre sus miembros, pues cuando mucho los
llama por el descanso y la distracción.
El
hogar prácticamente esta reducido a sitio de tregua y diversión, en la que los
medios de comunicación electrónicos juegan un papel preponderante.
Comentario
aparte merecen los jubilados. Si bien es cierto que disponen de mayor tiempo
para estar en casa y platicar, sufren, de alguna manera, nuevas crisis de
familia. El drástico cambio de los hábitos sirve para chocar consigo mismo y
con los demás.
Algunos
interesados en el funcionamiento de las familias, han concluido que dos días a
la semana no son suficientes para alcanzar la cohesión que la familia requiere,
y lograr que la familia se convierta en un centro de interés para todos. Se ha
hablado que la familia debe disponer de mayor tiempo libre, precisamente para
alcanzar las metas familiares en la parte de la conexión e integración. De ahí
la propuesta de que deberían ser tres días los de descanso por semana, en lugar
de dos.
El
ánimo desaparece cuando se adentran en el estudio de la familia mexicana y
descubren que es tradicionalmente autocrática, que fácilmente caerá en una
crisis con la disposición de más tiempo libre.
Antes
habría que pensar en reeducar a los padres que, por un equivocado sentido de la
tutoría, organiza el tiempo libre en torno a sus aficiones, y somete a los
suyos al gusto propio.
La
casa en Cuernavaca (o en Veracruz, o donde usted quiera), que monopoliza todo
el tiempo los suspiros del jefe de la familia –en la jefa casi no se observa
esto-, y en la que los hijos se niegan a pasar los fines de semana de todos los
meses de todos los años; no puede ser fuente exclusiva del tiempo libre de los
jóvenes, de sus aventuras, de sus inquietudes.
El
estilo autocrático de la familia, es también la responsable de la falta de
comunicación entre padres e hijos. “Ni modo que me ponga a platicar con mi hijo
de 8 años, lo haré hasta que tenga uso de razón”.
Lo
más seguro es que una comunicación que no se inicia en los primeros años,
difícilmente podrá establecerse en los años posteriores.
Y
los que no tienen casa de descanso en ningún lado, se quedan en casa a disfrutar
del deporte, pero no como práctica, lamentablemente.
Tal
vez por el sedentarismo que la vida urbana impone, el ejercicio es más mental
que físico. El deporte ha alcanzado un auge más de espectáculo, y aun de juego
de azar, que de disciplina física.
Si
el descanso significa recuperación, la diversión sirve para alejarnos un poco
de la rutina y del tedio laboral; pero, cuidado, también puede ser ruptura.
En
la actualidad ningún tema genera tanta discusión al interior de las familias –y
los grupos sociales-, como el Fut bol. El problema es que los comentarios de los
participantes en la polémica, se dan más para polarizar opiniones que para
compartir criterios. Habiendo necesidad de aclarar que a pesar de la gran
afición por este deporte, los practicantes son, realmente, una preocupante
minoría. Solo por poner un ejemplo.
Es
mucho lo que falta hacer por las familias mexicanas. Por ningún lado se ven
programas gubernamentales que resuelvan el severo problema de la desintegración
familiar, cada vez más creciente.
No
estaría nada mal que este fuera uno de los temas prioritarios en la agenda de
campaña de los candidatos presidenciales.
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