Cosas Pequeñas
CALAMIDADES
Juan Antonio Nemi Dib
Harry
Harrison es un prolífico escritor estadounidense de ciencia ficción,
conocido sobre todo por un personaje presente en sus obras, la rata de
acero inoxidable, y por su novela más famosa: Make Room! Make Room! (“¡Hagan sito, hagan sitio!”)
publicada en 1966. Algunos críticos -sin embargo- aseguran que la
calidad de su texto no se acerca al resultado de la producción que,
basada en la misma novela, la Metro Golden Mayer llevó al cine con el
nombre de Soylent Green (“Cuando el destino nos alcance”, la llamaron en México) y que muchos califican de genialidad cinematográfica.
La
película apareció en pantalla en 1973 -yo no cumplía aún los 11 años- y
no sé cómo ni por qué acabé viéndola, en el “Cine Isabel”. Lo que sí
recuerdo puntualmente es la cuchara con un poco de mermelada que el
protagonista del filme toma luego de revisar la escena de un crimen,
llevándola de regalo a su mejor amigo, un anciano que poco después de
charlar con su cuate decidiría participar en el “intercambio”, un
proceso de sacrificio en el que, a cambio de unos gratos momentos
(música, imágenes, una bebida deliciosa), la gente era apaciblemente
asesinada.
El
quid del asunto era que el personaje interpretado por Charlton Heston
-el detective- terminaba descubriendo el destino de los cadáveres
humanos: se convertían en el único alimento disponible en ese mundo
tóxico, carente de agua y energía, masificado, contaminado, salvajemente
dividido entre pobres y ricos y... aterrador. Y probablemente no habría
muchas opciones en medio de sistemas bióticos alterados hasta el nivel
de su destrucción total y la desaparición de la mayor parte de los
recursos naturales.
Se
supone que la historia transcurre en 2020. Comer cadáveres humanos
convertidos en galletas nutritivas disfrazadas de plancton y algas era,
en ese escenario, la única posibilidad para subsistir. Lo que siempre me
pregunté -ni la novela ni la película lo dejan claro- es qué habría
ocurrido después de descubierta la trama: ¿dejarían de comer cadáveres
hasta la propia muerte por inanición o seguirían consumiéndolos, con
plena conciencia de ello?
“Cuando el destino nos alcance” se
convirtió desde entonces en la frase de referencia para la crisis
ambiental/alimentaria por venir, usada una y otra vez, igual que Soylent Green,
el nombre comercial oficial de las galletas de muerto que suele
mencionarse como el último recurso que tendremos a mano: reciclarnos,
comernos a nosotros mismos si queremos continuar con la vida.
Según
OXFAM, una prestigiada organización social independiente con presencia
en numerosos países y dedicada a combatir la pobreza y la injusticia,
“...el planeta produce suficientes alimentos para alimentar a toda la
población mundial y, sin embargo, cada día, casi mil millones de
personas pasan hambre y ven negado su derecho a una nutrición adecuada.
Al término del año 2010, los precios de los alimentos habían alcanzado
sus niveles más elevados desde el año 2008 cuando, debido al aumento del
precio del grano, el mundo se vio amenazado por una crisis
alimentaria.”
Esta
condición alcanza niveles extremos de personas sufriendo pobreza
alimentaria en: Argelia, Bangladesh, Bolivia, China, Jibuti (o Djibuti),
Timor Oriental, Eritrea, Etiopía, Guatemala, Guinea-Bissau, Haití,
Liberia, Mozambique, Nepal, Níger, Pakistán, Sierra Leona, Tanzania,
Togo, Uganda y Yemen, aunque en 4 naciones la crisis afecta a la mitad o
más que sufre hambre: Eritrea, Etiopía, Mozambique y Sierra Leona.
En
mucha menor medida pero es cierto que también hay personas carentes de
comida en los países desarrollados (incluso ciertas regiones de Europa y
algunos cinturones de miseria en los Estados Unidos) o en vías de
“desarrollarse”. Y México no se escapa: de acuerdo con CONEVAL, “...La
incidencia de la población con carencia por acceso a la alimentación
fue de 24.9 por ciento en 2010, 3.2 puntos porcentuales más que en 2008.
Ésta... carencia... aumentó su nivel en 2010, 4.2 millones de personas
más que en 2008.” En términos llanos, ahora son alrededor de 28
millones de mexicanos que no tienen lo suficiente para comer. Desde
luego no es consuelo el la careccia alimentaria afecte a todos.
Pero
nos llegó la sequía y la cosa se puso aún peor. Dicen los expertos que
es el peor estiaje de cuantos se han registrado en los últimos 70-80
años, que llegó para durar -prevén que se prolongue por lo menos hasta
fin de año, aunque se espera que su etapa más cruda se extienda hasta
julio- y que dejará secuelas en el campo, en los inventarios ganaderos,
en la conservación de las infraestructuras y eventualmente consecuencias
en la salud algunas personas.
Sólo
Durango tiene problemas serios, severísimos, para garantizar el abasto
de 300 toneladas de comida mensual, mínimamente indispensables para
asegurar la subsistencia de más de 400 mil duranguenses -50 mil de ellos
indígenas- que habitan en la zona rural del estado, en 1,250
comunidades lejanísimas y de difícil acceso. Los ganaderos aseguran que
se les han muerto no menos de 60 mil reses por falta de agua y peor es
aún la caída salvaje en los precios: hatos enteros se están rematando a
800 o 900 pesos por cabeza, cuando su precio de mercado era de 5 o 6 mil
hace unas semanas.
Y
aparte están Chihuahua, San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes,
entre otros. El Secretario de Agricultura del Gobierno Federal ha dicho
que los daños agrícolas tendrán un costo no menor a los 12 mil millones
de pesos y que el campo mexicano empezará a recuperarse de este
siniestro dentro de dos años, si es que las lluvias regulares se
reanudan. Nos explican funcionarios duranguenses que, para colmo, la
gente tuvo necesidad de comerse las semillas de resiembra, de modo que
incluso si hubiera para uso agrícola, en este momento no han condiciones
para reponer los cultivos.
Hace
poco, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión creó un fondo
presupuestal de 10 mil millones de pesos para atender los daños
ocasionados por contingencias climatológicas en 20 estados de la
República pero en diciembre pasado, en uso de sus facultades
constitucionales, el Presidente Felipe Calderón lo vetó. De acuerdo con
la interpretación de la Presidencia, los diputados se habrían
extralimitado en sus funciones al “sacarse de la manga así como así”
esos recursos fiscales.
Mientras
la política sigue sus pasos, aderezada por los tiempos e intereses
electorales, la gente tiene hambre, hambre y sed. Algunos están en
riesgo grave porque sencillamente carecen de agua hasta para beber. Hay
que ayudarlos, hay que evitar tanto como se pueda que estas calamidades
se conviertan en el destino alcanzándonos. Podríamos ser los siguientes.
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