El
Baldón: México el Paraíso de ineficiencia
Por
José Miguel Cobián
Los ingenieros saben que pequeños ahorros
repetidos una y otra vez, conducen a grandes ahorros. También saben que
pequeños obstáculos cuando frenan muchas veces, generan grandes pérdidas. Esto se traduce también a muchos aspectos de
la vida cotidiana, que debido a que nos cuestan un poquito a cada mexicano, no
los notamos, pero a nivel país, generan enormes pérdidas, que a fin de cuentas
afectan el desarrollo económico.
Ejemplos hay muchos, desde la mala
calidad de las gasolinas, que nos quieren vender a precios de Estados Unidos,
pero sin la calidad que allá tiene ese producto. Mientras aquí una gasolina
Premium en un carro cuatro cilindros de tamaño mediano en carretera,
proporciona cuando mucho doce o trece kilómetros por litro, allá, puede dar un
rendimiento de hasta dieciocho kilómetros por litro. Multiplique usted seis
kilómetros por litro, por la cantidad de automóviles que circulan en las
carreteras de México y tendrá una pérdida económica enorme.
Siguiendo con el asunto de los automóviles,
cada vez que usted arranca, los primeros treinta segundos su automóvil rinde
aproximadamente entre dos y tres kilómetros por litro. Una vez a velocidad
crucero, el rendimiento se eleva exponencialmente. Esto implica que en zonas de circulación continua
no debería de haber topes, pues estos cuestan una verdadera fortuna al país.
Pero como la gasolina la paga cada uno de manera individual y no nota que por
deficiencias de las vías de comunicación, llámense topes, baches, o lo que
guste, usted pierde dinero en cada tanque que llena. Y como todo se mueve por
vehículos en este país, eso implica que incluso quien no tiene auto acaba
pagando el precio de la ineficiencia en cuanto a circulación vehicular en todo
México. Son miles de millones de pesos que se pagan y se pierden, en lugar de
que los municipios tengan controles de velocidad vía computadora, o en el peor
de los casos, pagar un par de agentes de tránsito que vigilen los límites,
mientras los ciudadanos se acostumbran a tener mayor cultura vial y respeto por
los límites de velocidad. En un país
primitivo como el nuestro, se prefieren los topes, a los ahorros de toda la
comunidad.
Si hablamos de los costos de seguridad que
pagamos todos los mexicanos, podemos comenzar a entender porque nuestros
productos no pueden competir con los extranjeros en cuestión de precio.
Mientras un alemán se preocupa en producir exclusivamente y en pagar los altos
salarios que en su país se acostumbran, aquí en México pagamos bajos salarios,
pero gastamos mucho en otras cosas, como el asunto de que cada vez que se envía
mercancía a otro lado, caemos en costos brutales de seguridad, y elevadísimos
seguros contra robo. Sin contar el deterioro adicional que sufren los vehículos
de carga, debido al mal estado de las carreteras. Así, en lugar de ser más productivos y
pagarle mejor al trabajador, tiramos el dinero, por ineficiencia que cuesta
millones de pesos al año, pero que paga cada uno y por eso no se nota.
Lamentablemente no hay evaluaciones a
nivel nacional de los costos de todos y cada uno de los aspectos que influyen
en la ineficiencia y en los costos ocultos que nos encontramos en todos lados,
pero que no notamos por la costumbre, o porque ¨así son las cosas¨. México es tan rico, que se da el lujo de
tirar miles de millones de pesos a la basura por no ser eficiente en sus
procesos productivos, en los de control
y en los de seguridad. Y todavía
nos atrevemos a preguntarnos la razón del ínfimo nivel de vida de la mitad de
la población, y de la falta de crecimiento económico. No vemos –o no queremos ver- los costos
ocultos de todo lo que hacemos, y aquéllos costos ocultos que vemos, preferimos
ignorarlos en lugar de resolverlos, como el asunto de ¨engrasar¨ la maquinaria
en cualquier asunto con el sector público, con el fin de que se resuelva rápido
–lo cual debería ser lo normal-. Y allí
tampoco medimos el efecto, multimillonario no sólo de la corrupción, sino del
daño colateral que genera. Por ejemplo, un mal camino, un gasto público
inflado, una obra mal hecha que se tiene que volver a hacer a los pocos años
con la consiguiente duplicación, triplicación o más, del gasto inicial.
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