El
Baldón: Lo que ya se olvidó del 2 de octubre
Por:
José Miguel Cobián Elías
Acaba de pasar la conmemoración de un
aniversario más de la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. Y como
siempre, reflexionamos y nos quejamos de la actitud tiránica y brutal del
gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, quien ordenó tanto la participación del
ejército en esa tarde como la del batallón Olimpia, encargado de detener al
consejo nacional de huelga en el tercer piso del edificio Chihuahua y de
disparar al aire para dispersar a la multitud.
Hoy sabemos que miembros de ese batallón
dispararon después de que los dos helicópteros soltaron cada uno una bengala,
la verde y la roja. Sabemos también que
en lugar de disparar al aire, dispararon a la multitud y le dieron entre otros,
a un alto mando del ejército, cuyos soldados repelieron el ataque, pensando que
fueron los huelguistas los que les dispararon, y ya sin cadena de mando,
dispararon sin ton ni son hacia el balcón, mientras que los estudiantes caían
en medio del fuego cruzado y los del batallón Olimpia asustados gritaban el
nombre de su batallón pidiendo paz a unos soldados que desconocían de su
existencia y que no tenían ni un radio para comunicarse con ellos.
Curiosamente ese día el Consejo Nacional
de Huelga había dado la orden de que sus integrantes no asistieran al mitin,
porque corrían el riesgo de ser detenidos. Sin embargo algunos asistieron y
pasaron tres o cuatro años en Lecumberri por esa imprudencia.
Esta información está corroborada, tanto
por los integrantes del CNH como por un par de militares que declararon lo mismo
ante el ministerio público: El teniente Sergio Alejandro Aguilar Lucero y el capitán Ernesto Morales
Soto.
Para entender lo que pasó, en resumen
podemos comentar: A fines de julio un grupo de alumnos de la vocacional 5 y de
una escuela particular se pelearon en un partido de futbol en la
ciudadela. Los granaderos en lugar de
separar a los jóvenes, los golpearon. Los alumnos de la vocacional corrieron a
su escuela, los granaderos los persiguieron y allí golpearon a quien se les
puso enfrente, maestros, alumnos, jugadores y no jugadores, hombres y
mujeres. El politécnico al cual
pertenecen la vocacionales organizó una manifestación de protesta por esta
agresión.
El 26 de julio la izquierda universitaria
organizó una manifestación para celebrar un aniversario más de la revolución
cubana, que coincidió con la del politécnico. Ambas fueron apaleadas por los
granaderos. Gracias a esto, hubo
enfrentamientos varios días entre la policía y los estudiantes de escuelas del
centro de la ciudad de México. Para
terminar las escaramuzas, el ejército rodeó la prepa uno, que estaba en San
Idelfonso, y en la noche derribó la puerta con un bazucazo.
Al día siguiente el rector de la UNAM
Javier Barros Sierra colocó la bandera a
media asta, como señal de duelo y encabezó la primera manifestación de
protesta. La UNAM y el Poli, se declaran
en huelga para exigir el castigo de los
culpables. Mientras tanto, dos alumnos
de cada escuela en huelga conforman el Consejo Nacional de Huelga. Durante el resto de agosto y septiembre, se
sumaron muchas escuelas públicas del país y algunas privadas. Se pedía castigo
a los culpables, indemnización a las víctimas y liberación de los detenidos.
El ejército ocupa la UNAM y el POLI. Para finalizar el 2 de octubre el ejército
masacra a muchos estudiantes y detiene a los dirigentes.
Curiosamente el ejército respondió un
ataque de personas vestidas de civil. Los del batallón Olimpia iban de civil
con un guante blanco en la mano izquierda y cuando comenzaron a disparar a la
multitud, el CNH estaba con las manos
arriba y contra la pared, todos detenidos.
Si hubo un responsable, éste fue el
presidente Diaz Ordaz, por más que queramos acusar a Echeverría, sabemos que en
nuestro sistema político las grandes decisiones las toma el presidente de la
República. También se puede decir que el
CNH tuvo parte de la culpa, pues no quiso jamás escuchar a los negociadores que
envió el gobierno, y generó un diálogo de sordos, en el cual el CNH quería todo
sin negociar nada, y el gobierno jamás entendió el movimiento.
Gracias a esa masacre, hoy cualquiera
puede obstaculizar el tráfico y recibir hasta protección de tránsito y la
fuerza pública. Hoy el péndulo está en el otro extremo, y esperemos que pronto
regrese al justo medio del absoluto respeto y aplicación de la ley.
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